- ¡Kempes! – me saluda entonces Ardiles y, a un paso sostenido, se acerca hacia nosotros.
- ¡Ardiles, amigo mío! Llevo mucho tiempo sin verte. ¿Cómo te encuentras?
- ¡Horrible! Este lugar me resulta un tanto confuso a mí y a muchos otros tantos militantes. Vine aquí con mi querido hijo. Ahí está él.
Vimos como Ardiles llamaba a un hombre que promediaba mi edad. Éste se acercó decididamente y nos saludo a todos.

- Chicos, éste que ve aquí es Daniel Killer, mi hijo – lo presentó, orgulloso, el taxista. Es necesario mencionar que su verdadero nombre real no es Daniel Killer, sino que le puse un seudónimo para proteger su identidad y, también, la de su padre.
- ¿Ustedes son miembros del E.C.N., no es así? – nos preguntó entonces Killer.
- ¿Pero, dígame, – repuso, nervioso, Luque – qué es eso del E.C.N.?
La reacción escéptica de Luque tenía sentido, pues en aquel momento había mucha gente sospechosa alrededor nuestro. Era claro para mis compañeros y para mí que Killer no era un hombre de muchas luces. Luque hizo señas para marchar a una posición más desértica y allí comenzó a hablar.
- ¡Acaso eres un idiota, Killer! – lo acusó - ¡No te das cuenta que pones nuestras vidas en riesgo! Seguramente ya muchos nos descubrieron. Debe de haber células kirchneristas por doquier, esperando agazapadas la exposición de algún justiciero o gatillador fácil. Lo que conseguiste con tu pregunta no fue sólo irritarme, sino también poner la integridad de todos los aquí presente en peligro.