Me mudé hace unos meses a Bella
Vista tras un largo exilio en el exterior. Mi hogar es ahora una bella quinta
que se encuentra sobre la Calle Sourdeaux. La casa parecía que había sido habitada por
hombres y mujeres y luego abandonada a su fortuna y decadencia arquitectónica
conforme el paso del tiempo. Parecía que todos hubieran escapado de allí
dentro. O quizás no. Quizás se los hubieron llevado quién sabe por qué razones
hacia una perdición en la memoria y una muerte segura. Me estoy adelantando un
poco al relato, pero sucede que no puedo negar mi ansiedad al escribir estas
líneas. Iré directo al grano:
¡¡¡LOS DERECHOS HUMANOS SON PARA HUMANOS DERECHOS!!!
Aclaración:
El presente testimonio se presenta a los lectores como una crónica. Por este motivo, se debe leer de atrás (el principio) hacia adelante (desarrollo y final); en otras palabras, de lo más viejo a lo más reciente. En cualquier caso y dadas las circunstancias, de no disponer de mucho tiempo, me tomé la molestia de etiquetar algunos hechos o personajes para entrar en contexto. Dicho todo esto, a iluminarse con la verdad de mi testimonio.