Me mudé hace unos meses a Bella
Vista tras un largo exilio en el exterior. Mi hogar es ahora una bella quinta
que se encuentra sobre la Calle Sourdeaux. La casa parecía que había sido habitada por
hombres y mujeres y luego abandonada a su fortuna y decadencia arquitectónica
conforme el paso del tiempo. Parecía que todos hubieran escapado de allí
dentro. O quizás no. Quizás se los hubieron llevado quién sabe por qué razones
hacia una perdición en la memoria y una muerte segura. Me estoy adelantando un
poco al relato, pero sucede que no puedo negar mi ansiedad al escribir estas
líneas. Iré directo al grano:
Durante la limpieza de la casa
encontré una serie de documentos de un interés especial para mí. Por un lado,
una breve reseña sobre la lucha contrarrevolucionaria en la Argentina que
posibilitó el surgimiento de una organización conocida como el ECN. Por otro
lado, unas cartas de los miembros de dicha organización (me doy cuenta de ello
por las firmas). Luego, un informe sobre las mujeres (que no fue transcripto en
su totalidad aquí y lo haré yo mismo en los próximos tiempos). Asimismo, dos
diarios íntimos. El primero de ellos, de un hombre llamado Gullota. El otro, de
un tal Alexei, quien de seguro hubo sido
de los inquilinos de la casa y que la abandonaron repentinamente sin sus
pertenencias personales. En este documento se contempla un gran conocimiento y
preocupación política sobre la realidad conspirativa y decadente de la actual
gestión democrática. Alexei, con gran acierto, declaraba que las instituciones democráticas
corrompen y llevan al vicio a las corporaciones nacionales en una degeneración
social propia de los cuerpos enfermos. La democracia, según Alexei, era algo
que no sólo no servía sino que resultaba en el cáncer ontológico de la patria. La
conciliación y el diálogo con la otredad es, por decirlo de alguna forma, la
negación de la supremacía del yo y la esclavitud del mismo frente al distinto. Afirmar
el diálogo con la otredad, con el desconocido que nos trasciende y no podemos
conquistar, explica una tendencia relacional de sadismo y masoquismo que
provoca la enfermedad en la conciencia del individuo. Alexei vio claramente
hacia dónde se dirige nuestra sociedad enferma y corrompida por la infección
derramadora de pus que es la democracia de masas y la ciudadanía ampliada a
todos los individuos que nacen en la tierra, a saber: el fin de las tradiciones,
de la moral, de todo lo que podemos llamar sacro-santo en esta tierra. La democracia
es la decadencia; la igualdad de derechos es el veneno y todo conlleva a la
afirmación de la negación de todo lo que es bueno, puro y casto en el hombre. Afirmar
la igualdad por sobre la diferencia de castas es envenenar a la naturaleza con
una cultura desgarradora. Alexei, sin lugar a dudas, fue un visionario y no
puedo menos que sentirme identificado con sus escritos.
Algunos de ellos han sido
publicados aquí; muchos otros no. Es mi deber darles forma a las anotaciones
encontradas en su diario para tratar de completar el relato inconcluso de su
joven vida de militante comprometido con el futuro. Para ello transcribiré
puentes dentro de corchetes que den pie a considerar éste como un relato
literario de profundidad política para pensar la memoria. Doy pie, entonces, a
este nuevo comienzo y espero poder cumplir con la misión que Dios y la patria,
al hacerme encontrar los documentos, me han encomendado. Me despido por ahora.
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