¡¡¡LOS DERECHOS HUMANOS SON PARA HUMANOS DERECHOS!!!

Aclaración:

El presente testimonio se presenta a los lectores como una crónica. Por este motivo, se debe leer de atrás (el principio) hacia adelante (desarrollo y final); en otras palabras, de lo más viejo a lo más reciente. En cualquier caso y dadas las circunstancias, de no disponer de mucho tiempo, me tomé la molestia de etiquetar algunos hechos o personajes para entrar en contexto. Dicho todo esto, a iluminarse con la verdad de mi testimonio.

15 abr 2011

Acerca de la condena a Patti. El reencuentro con Claudia Casabianca

Fui a un bar después de mucho tiempo. No recuerdo cuál fue exactamente la última vez, pero supongo que fue aquella con Luque y Bertoni, antes de ser trasladado a la Casita de la calle Sourdeaux. Situaciones interesantes han pasado desde entonces y continuarán pasando. Pero mi visita a un bar, en esta ocasión, no habría parecido tener un trasfondo político. Me encontraría nuevamente con Claudia Casabianca, mi amada inmortal.

No había sabido de ella desde que la abandoné en aquel tren a Pilar y bajé despavorido a enfrentarme con el mercenario que Aníbal Fernández habría enviado para eliminarnos. Mi preocupación sobre su integridad física me atormentó en los primeros momentos de nuestra separación, mas luego me interné en la tarea contrarrevolucionaria y hube olvidado todo. Cierto día, como por arte de magia, mientras me tomaba unos matecitos en el Corredor de la Calle Francia, susurraba, casi entre sueños, “esto sí que es civilización”. Aun así, nunca me convenció que a la calle Francia se llamase como ese país tan subversivo, de historia tan rebelde. Hubiera preferido que fuera el Corredor Inglaterra, mas es claro que los vecinos tienen cierta empatía subversiva y anticlerical, después de todo. En fin, para volver un poco al hilo, allí, mientras estaba sumergido en mis reflexiones y ensoñaciones políticas, escuché una voz conocida de mujer que me grita:
- ¡Alexei!
¿Por qué no te llevé?
No podía ser. Había sido descubierto. No tenía oportunidades de escapar y no había llevado armas porque me encontraba cerca de la Casa y no lo creí del todo necesario. Tampoco tenía pastillas de cianuro para terminar con mi vida rápidamente y no ser sometido a terrible vejaciones para hacerme escupir información importante de los planes contrarrevolucionarios en marcha o a futuro, tanto mediato como inmediato.  Estaba perdido, las piernas me hormigueaban y por tanto no podía correr. ¡Ni siquiera podía levantarme! La voz que me llamaba se iba haciendo cada vez más estridente. Pero de pronto descubrí que no era una voz de odio y persecución la que escuchaba, sino que era dulce y nostálgica.
- ¿Claudia? – dije sorprendido - ¿Eres realmente Claudia?
Ella se lanzó contra mi cuerpo dormido y me beso en los labios con pasión.
- No, aquí no – la reprendí -. Hay gente mirando. Expresar nuestro amor en público es una exposición, no sólo indebida, sino también innecesaria.
- Comprendo – asintió ella, apichonada.
- Y otra cosa, olvidaste que estoy en la clandestinidad – le susurré al oído -. En público mi nombre es Mario Kempes, ¿entendido?
- Sí – me contestó, conteniendo las lágrimas de emoción.
Estaba radiante mi querida Claudia. Llevaba puestos unos zapatitos muy bellos y unos pantalones que le torneaban la figura. Sus ojos brillaban por la alegría, pero su postura era más relajada que de costumbre, producto quizás de la falta de disciplina en el hogar de sus padres.
- Parate derecha, Claudia, que te va a salir una joroba si andás caminando así.
Ella asintió y corrigió su postura.
- ¿Qué tienes para decir, Alex… perdón, Mario?
- Ahora mismo tengo que irme a jugar un partido de fútbol con los muchachos – utilicé este predicado con el objetivo de no levantar más sospecha. En realidad lo que debíamos hacer era planear nuestra próxima jugada política, pero no podía decírselo explícitamente. Sin embargo, ella, que es una joven brillante, comprendió perfectamente y, agachando la cabeza, dijo:
- Esperaba que pudieras hablar un poco conmigo. Muchas cosas han cambiado desde que ya no nos vemos y esperaba, al haberte encontrado por casualidad, que pudieras prestarme un oído.
- En este momento, eso me es imposible, amada mía. Sin embargo, puedo sugerirte que, si mañana estás disponible, nos veamos en uno de los bares que hay por aquí cerca.
- De acuerdo, nos veremos allí. No te voy a hacer perder más tiempo, nos vemos. Te amo.
Y al decir esto, me beso con violenta intensidad los labios. Sin embargo, y ante la previa aclaración, aquel beso no fue pornográfico.
Mañana nos volveríamos a ver” pensaba a mis adentros. “Después de varios meses, nos volveremos a ver”. A pesar de la alegría, sentía que algo no encajaba.

Aquella noche casi y no pude conciliar el sueño. ¿Cómo había sido posible que Claudia hubiera podido localizarme con tanta facilidad? ¿Acaso había podido comunicarse con Menotti o algún otro miembro de la cúpula? Y sabiendo que yo no deseaba verla porque eso implicaría poner su vida en peligro y que era mejor que soportáramos estoicamente la ausencia del uno y del otro antes que caer ambos en la balacera de los montoneros ponebombas, ¿por qué fue que me desobedeció y vino a buscarme?
“Muchas cosas han pasado” fue lo que ella dijo. ¿Qué pudo haber cambiado? La política de la nación continúa, desgraciadamente, siendo manejada por la yegua montonera. Así lo fue antes de mi retiro a la clandestinidad y lo es ahora. ¿Entonces qué? ¿Algo cambió para ella?
Ríete mientras puedas, bigotudo. Yo ya sé tu plan.
En ese momento lo comprendí: Claudia Casabianca, que había sido allende mi amada novia, era ahora un agente encubierto enviado por Aníbal Fernández. Seguro fue cooptada por las Juventudes Aníbales. Cuando nos reencontráramos allí en el bar, ella lanzaría a sus compañeros y me meterían en un Chevrolet Corsa para no volver a ser visto por ojo humano. ¡Malditos subversivos! ¡Me han quitado mi identidad y ahora me quitan a mi amada!
¡Pero qué otra cosa se puede esperar de individuos tan malignos como ellos! Aún así, yo descubrí sus planes y ella no era capaz de saber que yo los hube descubierto.

A la hora de encuentro, me dirigí al bar con Gallego y le pedí que cuidara mi espalda desde otra mesa. Me senté y, como había llegado un poco antes de lo acordado, me dispuse a ver las noticias por televisión.
La ira se apoderó de mí y, al verlo a Gallego, coincidimos en que debíamos sentarnos juntos.
- Esto es un acto de barbarie peronista – exclamó, furioso.
- Sin lugar a dudas, un ejemplo de los tantos sobre la crisis moral de la sociedad argentina. Sólo con ver el estado del señor Patti nos damos cuenta que ni siquiera debió entrar al recinto de la mal llamada “Justicia”.
- Es que no debió haber estado nunca. Todo lo que él hizo debe entenderse en el marco de la lucha antisubversiva.
- Por supuesto, lo había olvidado.
- Además lo acusan de utilizar la picana para fines malignos. Escuchaste esa acusación, ¿verdad? – asentí -  ¿Cómo puedes concebir que la picana sea un instrumento poco ético para sacar información?
- Es cierto, es poco lógica esa acusación.
Su hijo fue el de la picana
- No es  sólopoco lógica. ¡Es ilógica! La picana fue utilizada por primera vez en interrogatorio por Polo Lugones, hijo del grandísimo Leopoldo Lugones, uno de los pensadores más importantes de la Argentina moderna. Polo Lugones, desde su lugar como jefe de la policía, fue un anticipado a su tiempo. Los que señalan que el uso de la picana eléctrica para sacar información, para torturar a los terroristas, no caen en la cuenta de que aquellos a los que se les ha aplicado este método de interrogación eran subversivos, ateos, ponebombas, homicidas, díscolos, anticatólicos, anticlericales, enemigos de la propiedad privada, mercenarios del comunismo internacional y antipatriotas que querían cambiar a nuestra bella bandera celeste y blanca por un sucio trapo rojo y sin lavar.
¿Quién dijo que no soy una cosita divina?
>> Lo hombres que han tenido el valor y la decencia de torturar a esas lacras humanas deberían ser condecorados con medallas como héroes de guerra, y no condenados por un tribunal que desconoce las bases y preceptos de la manutención del orden en la República. Sin lugar a dudas, siguiendo por este camino pantanoso, donde lo que está bien está mal y viceversa, no sólo estaremos condenados al tercer mundo, excluidos para siempre del Mundo Civilizado, sino que también será cada vez más difícil retrotraer la mente de los hombres a la diestra de Dios.
- Coincido plenamente con vos, Gallego. Hay que organizar algo, es inaudito todo esto que está ocurriendo en la patria. Debemos empezar nuevamente a hacer ruido, recurrir a la bases.
- Vámonos entonces.

Juntos, entonces, salimos del bar sin hablar con nadie. Dejamos unos pesos en la mesa para pagar nuestras respectivas consumiciones. No pude ver a Claudia, pero no importaba. Esa traidora subversiva no debía cruzarse conmigo nunca más. Fui un ingenuo al creer que deseaba verme para alguna otra cosa que no fuera asesinarme. La sombra de Aníbal Fernández estaba corrompiendo todo lo que yo he amado y ahora me encontraba más sólo que nunca.
Volvimos a la Casa de la Calle Sourdeux y  le dijimos a los compañeros todo lo previamente conversado.

3 comentarios:

Ricardo dijo...

Escribís muy bien. Me gustó mucho el relato.

Saludos, Alex... perdón, Mario.

Little Freud dijo...

Muchas gracias, Ricardo. Le vengo poniendo mucha pila a este testimonio de perseguido político. Quizás un poco menos que en un principio, básicamente porque producir una entrada es mucho laburo mental y necesito tiempo y neuronas para aplicar a los estudios universitarios. De cualquier manera agradezco mucho las palabras de aliento de quienes lo leen, puesto que hay un contenido político grotesco que está piola que le guste a alguien además de a mí.
Si es que tenés tiempo y no lo hiciste antes, te puedo sugerir que arranques el testimonio desde la primera entrada, allá en febrero de este año, porque tiene cierta lógica de novela, intervienen muchos personajes y por ahí por momentos se pierde un poquito el hilo si es que se agarra simplemente lo más nuevo.

Desde ya agradezco nuevamente tu comentario y te mando un agectuoso saludo.

Ricardo dijo...

En eso estoy. Agarré la primera entrada y ahí voy.

Está bueno en serio, che.

Saludos.